Beatriz y Guillermo se conocieron de casualidad en un bar.
Guillermo parecía un pobre hombre solitario y tímido, que despertaba en los demás un sentimiento de protección.
Sin embargo, ésta era su fortaleza y sabía como usarla: parecer siempre una víctima de las circunstancias y de esa manera poder manejar a todos. Especialmente a las mujeres, a las que torturaba y acosaba sin dar tregua.
Con ella actuó igual. La agredía sin parecer que lo hacía; la manipulaba quedando en aparente desventaja y cuando Beatriz bajaba la guardia, él daba su estocada final, haciéndola sentir una porquería.
Fueron diez meses de desvalorizarla, de culparla de todo y de ser ella la responsable de su angustia y de su depresión.
Desesperado, apeló a su recurso favorito. Se puso un revólver en la boca y amenazó con matarse. Beatriz que ya había protagonizado otras escenas calcadas a la que estaba viviendo, le dijo, “matate, no me importa”, y él, con la seguridad de haberlo hecho antes y de tener un cargador vacío apretó el gatillo. Ella no dijo "no lo hagas".
Pummmm.
Calmamente llamó al 911 y contó los hechos.
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