martes, 14 de septiembre de 2010

PERDONAME

PERDONAME

 

-Me pueden dejar sola con José por favor. Gracias.

 

José, mi amor, creo que llegó el momento que te cuente la verdad sobre nuestras vidas.

Perdoname, pero te mentí todos estos 45 años que estuvimos juntos.

Apenas te conocí supe de tus debilidades, de tus inseguridades. Siempre aplastado por tus padres que te consideraban un segundón, no porque hubieras nacido en segundo lugar, no. Eras el segundón porque tu hermano era el preferido, el único, el perfecto, aunque fuera feo, orejudo, malhumorado y no tuviera nada que lo destacase del resto de los niños, jovencitos, hombres.

 

La primera vez que tuvimos relaciones, no sentí nada en especial, pero vos ansioso me preguntaste –¿te gustó? Y yo dije – sí, ¿no te diste cuenta? Es que me da vergüenza…- fue mi respuesta.

Y vos te hinchaste, creciste, te sentiste hombre. No por casualidad al otro día me contaste que discutiste con tus padres, defendiendo tu vocación. Era la primera vez que lo hacías.  Me sentí orgullosa de vos y de mi.

 

Pasó el tiempo y siempre repetí la misma historia. Vos crecías cada vez más. Te afirmabas como hombre, como trabajador, como padre, como esposo. Me adorabas. Yo te quería.

Tuvimos nuestros hijos que siempre definiste que eran grandes ”polvazos” de amor.

 

Hoy decidí contarte la verdad. Nunca me hiciste llegar al orgasmo, pero sé que vos fuiste feliz durante 45 años.

Perdoname tantos años de mentira.

Te quiero mucho y siempre te voy a querer. Nunca te fui infiel. Me acostumbré a darte placer y a no sentirlo. Pero no soy una santa. Lo hice porque vos te lo merecías y porque mi ego de ser salvadora de alguien me llenaban de placer.

 

Chau amor de mi vida. Dios sabe que es verdad.

 

-Señores, ya me despedí de mi marido. Pueden entrar a despedirse y cerrar el ataúd.

 

Porteña07/ Graciela

jueves, 10 de junio de 2010

VOS Y YO

Para Fede

Vos y yo. Yo y vos. Nunca existieron las diferencias, ni los celos ni las envidias entre nosotros dos. Siempre fuimos dos almas independientes que se fusionaron en una divisible. Es raro. Pero es así.

Crecimos juntos. Yo, con mis caprichos y mis actitudes de “nena de papá y mamá”. Vos, con tus caprichos y tu convencimiento de ser un Don Juan. Sin embargo acá estamos. Vos y yo. Yo y vos. Nosotros dos, nuestros cuatro hijos y nuestros cinco nietos. Vos y yo.

Hace 5 meses me dijeron que me quedaba poco tiempo de vida. 
Decidí guardármelo para mi. Vos no lo hubieras soportado. Nunca supiste verme enferma. Ni de un simple resfrío. Te ponías nervioso, inaguantablemente sobre-protector. ¿Cómo te iba a contar lo de mi enfermedad terminal? Te hubieses destruido y nosotros dos, hubiéramos acabado desmembrados. Era inútil. Era yo y no vos la que iba a partir.

Pero hoy, cuando ya había tomado la decisión de poner fin a mi vida por mis propias manos, asistida por nuestro médico que sabe como pienso, te fuiste vos. Así, de repente, sin anuncio previo.

No es justo. Siempre fuimos independientes. No tenías ningún derecho a hacerme esto. Estoy segura que tu alma sintió lo de mi partida, porque sino, esto sería una simple pesadilla, pero ¡no!, es una realidad. 

Ahora me toca a mi aguantar un poco más. Por nuestros hijos, por vos y yo. 
Porque somos nosotros dos, y no es sano hacerle esto a nuestra familia. Porque no es honesto hacerte esto a vos.

Yo sé que me vas a querer esperar, pero te pido por favor, que te vayas en paz. Tengo aguante y un tiempito más soportaré.

Luego los chicos dirán que era previsible y entenderán que siempre fuimos vos y yo. Nosotros dos. 
Te amo como siempre, incondicionalmente. 
Hasta en la eternidad seremos siempre nosotros dos.

Mónica

martes, 18 de mayo de 2010

¡SALVAME!

No sé cómo contarte . Sucedió.
Fue un arranque espontáneo de algo que daba vueltas y vueltas en mi cabeza. Un día cualquiera desaparecería. Tomaría un bus, de esos que recorren ciudades que no figuran en el mapa y que paran en todas partes. Me bajaría donde algo me llamara la atención o no, porque sí.
Eso hice esa madrugada que junté mis cosas en una mochila, te besé mientras aún dormías, cerré la puerta y me fui. 

Dejaba atrás el confort de una maravillosa casa que tenía todos los lujos que cualquiera con dos dedos de frente desearía tener, salvo yo, que me había hartado de pedirle todo a la mucama, que estaba terriblemente aburrida por no tener nada que hacer, más que dormir hasta las once de la mañana, desayunar en la cama, mirar el noticiero por la televisión, ducharme, ponerme cremas, atender tu llamado a la 1p.m. para preguntarme si había descansado bien, y luego comer una ensalada de hojas verdes, para no engordar, y nada más hasta las 4 de la tarde que iba al gimnasio que estaba en el subsuelo de casa y hacía mi rutina diaria con personal trainner. Ah! Sí. Miraba la heladera y le decía a Betty qué había que hacer para la cena. Eso era todo.
Era una espera continúa de la nada.

Esa noche mientras vos dormías plácidamente después del ya consabido sexo de los días miércoles, decidí que era hora. 
Te miré con lástima. No te lo merecías pero yo necesitaba oxígeno, como un enfermo de EPOC. 
Llegué a la terminal de ómnibus y me subí al primero que partiría. Eran las 3 de la mañana y me dijeron que ya estaba partiendo un bus hacia Huanquillas. Pagué y subí. Al mi lado no viajaba nadie. A decir verdad, éramos tan sólo ocho pasajeros. La ruta estaba oscura y sólo se veían los bananeros a los costados. Dormité un rato y me despertó el sonido de la puerta del bus que se abría haciendo un ruido infernal y ví unas luces rojas al costado derecho del camino. A la izquierda, una gasolinera vacía. Me bajé y tomé un café aguado y decidí que ése sería mi lugar. Cuando el ómnibus partió crucé la ruta y me acerqué a las luz roja de enfrente. Era un cabaret-prostíbulo lleno de gordas pintarrajeadas que atendían mansa pero provocativamente a unos sucios empleados de las plantaciones. Pregunté por la dueña y le dije que quería trabajar ahí. Me miró como diciendo ¿y esta loca de dónde salió? Imaginame: cuerpo de gimnasio, pelo brilloso por limpieza, uñas esculpidas, rostro fresco, ropa decente. No era el target.

Hoy después de 1 año, soy la figurita difícil del lugar. Pagan más para estar conmigo. Y lo que es increíble, es que tengo orgasmos con todos los clientes. Soy libre, hago lo que quiero, me doy el lujo de rechazar al oferente, porque soy la reina Sofía. Sí mi nombre ahora es Sofía. Tengo una habitación que es una covacha al lado de donde vivíamos, me cocino mi sopa, sufro de calor, pero nada es rutina.
Soy feliz. Todos los día me acicalo para lo que pueda llegar. Y siempre es sorpresa, salvo algunos clientes fijos.
Hoy te escribo pensando que quizás en alguna parte de tu cerebro me entiendas. Me encantaría que así fuera, pero lo dudo.
Esta es hoy mi realidad, mañana quizás sea otra. Te juro que te voy a mantener al tanto, si es que te interesa.
No quiero quererte, pero porque te amo tanto es que hago esto.
Preferiría no hacerlo
¡Salvame!

martes, 26 de enero de 2010

LADRIDO

“¿Hasta cuándo se van a estar midiendo? Y yo sin saber para que lado cruzar. Con un pie en cada flanco. Todos expectantes, todos nerviosos. ¿No se dan cuenta que es una simple raya, que el resto es igual, que ellos son iguales? Claro, se tienen desconfianza. Ese es el problema. ¿Por qué no hablan y se ponen de acuerdo? Sería lo lógico. Hablan la misma lengua, pero el quid está en que no hablan el mismo idioma. Uno trata de vencer la confianza en el otro y viceversa y luego dar la estocada. ¡Ilusos! Tuvieron los mismos maestros y saben que vencer la confianza del otro es victoria asegurada. Entonces, el tema es ver quién resiste más. Humm, creo que los dos van a resistir por igual. Pero, ¿sus hombres estarán entrenados en esta estrategia? Tengo dudas. Los de la izquierda parecen estar muy cansados, aunque los de la derecha también. Deberé tomar yo mismo la decisión. Comenzaré a ladrar hasta agotarlos, hasta que pidan por favor que me calle, hasta que pierdan la concentración y se decidan a hablar porque van a tener un enemigo un común: yo y mis pobres ladridos de perro de pueblo. Es en ese momento que se van a dar cuenta que es mejor unirse que pelearse y quizás la frontera ficticia que los divide, se transforme en el camino que los lleve a la paz. ¡Sí! estoy decidido. Este perro de pueblo, sabe más que cualquiera de estos dos burros ilustrados. ¡Guauuuuuuuuuuuuuuu!”

domingo, 24 de enero de 2010

OLOR DE PORQUERÍA

-¡Susana! ¡¡Volviste!!

-¡Ja! Yo sabía que me ibas a decir esto, Felipe.

-¡Volviste loquita! Vos que dijiste que nunca más ibas a volver…

-¡Ay Felipe! Seguís mamado desde la mañana…

-¿De qué hablás Susi? Hace años que no tomo más que agua y Coca. Claro, vos no lo sabés. Se lo prometí a la virgen. Esto pasó después que te fuiste, cuando nació el Tomás. ¡Hace ya más de veinte años!

-Tontito, a mi no me engañás. Mucha promesa a la virgen, pero te conozco, flaquito, te conozco…

- Estás igual, Susi, algunas patas de gallo, pero igual… ¡Qué linda sorpresa, Susi!

-Y si.. patas de gallo. Eso de que veinte años no es nada sólo lo dice Gardel. ¿La foto del abuelo arriba de la cómoda, sigue ahí?

-¡Obvio!

-Y el diván cama donde duerme Josecito ¿Sigue en la cocina?

-¡Claro! ¿Dónde va a dormir el Josecito, si no?

-Y mamá sigue haciendo los domingos, los tallarines con tuco?

-¡Ja! ¡Mirá si la vieja va a dejar de hacerlos….! ¡No seas  ilusa! Ya le salen medio pegajosos, pero ella insiste …

-Y vos ¿Seguís trabajando en la vidriería de Carlitos?

-¡Por supuesto!, como siempre.. Hay poco trabajo, pero yo sigo firme ahí.

-¿Ves que no me fui? Sé todo Felipe. Sigue todo igual.

-Mirá vos… Nunca te fuiste y resulta que sabés todo. No cambiás más Susi, siempre haciéndote la sabelotodo. Pero a qué no sabías que se murió Don Francisco. Y que el Tomás está en cana por chorro. ¿Y sabías que la Beatriz me dejó por el Luis, ese que se puso el quiosco cuando vos te fuiste?, ¿sabías que la prima Alicia se casó con un viejo ricachón y nunca más supimos de ella? ¿sabías que…? Para qué te voy a decir más cosas… Ahora volvés y te hacés la que conocés de todo. ¡ Por favor! Siempre tuviste pajaritos en la cabeza, Susi. Mejor dame un abrazo y empecemos de nuevo.

-¿Estás loco? Si yo nunca me fui. El abrazo te lo doy igual, pero irme, nunca me fui. Sino, decime cómo seguís acá, contándome novedades que no lo son: Don Francisco debería  tener como 100 años, Tomás con una madre más puta que las gallinas y un padre alcohólico ¿cómo no iba a ir a parar en la cana?, que Beatriz te iba a dejar por Luis, lo sabíamos todos, menos vos. Que Alicia se iba a casar con un viejo ricachón no era noticia para nadie, porque más regalada no podía ser. Sólo apuntaba a eso. Si hasta en la casa sigue todo igual, si hasta… ¡para qué voy a seguir hablando…! No. Felipe. Nunca me fui. Dame el abrazo Felipe querido porque ahora, en serio, no volverás a verme. Pensé que quizás algo había cambiado, tenía la esperanza, qué se yo, esas ideas locas que se me ocurren, pero no. El olor de porquería está igual, lo llevo impregnado y eso nunca, ¡nunca!, te lo puedo asegurar, por más agua de colonia que te pongas, jamás se te va. Siempre estaré, te lo juro.

Te quiero, Felipe.. No sabés cuánto.. Y siempre estoy, aunque no me veas. Hacé de cuenta que no estuve, total, quién te va a creer…

Chau Felipe querido. Chau.

jueves, 21 de enero de 2010

NO PUEDO, NO QUIERO, NO DEBO.

No puedo escribir sobre vos. 
En realidad es una mezcla entre no puedo, no quiero y no debo. Vos no te merecés ni un segundo de mi tiempo, de mis palabras, de mi amor, ni de mi odio, ni de mi rencor, ni de nada de nada.

Mentiste tanto, tan descaradamente que nos engañaste a todos con tu sonrisa angelical. 
Pero tu mirada… Esa mirada que no coincidía con tus labios carnosos, abiertos como flor en plenitud. Todos, yo, elegimos tu boca, tu pelo rubio, tu estilo- no digamos candoroso- pero sí edulcoradamente tierno. 

No te importó lastimar, lacerar. Nos hundiste a los que te rodeábamos en una ciénaga y no tuviste piedad. Ni tus padres se salvaron de la caída. Sos una nube negra que anochece el sol, la luz, la mismísima noche.

Vos sabés lo que sos: un ser frío y maquiavélico. Que manipula para el mal. Lo que ni te imaginás es el final de tu historia, porque sos tan soberbia que pensás que siempre vas a poder manejar todo en tu vida. Pero te olvidás de algo fundamental. Te olvidás de vivir. 

Siento pena de vos, un sentimiento que nunca te imaginaste que alguien podría sentir sobre tu persona. ¡Ja! Ilusa. Las máscaras se van cayendo solitas, sin que te des cuenta. Tu fatuidad no te deja ver cómo los demás te vamos descubriendo en el dolor. Seguramente caerán otros y el circuito será el mismo. 

¿Y tu destino? No lo voy a decretar yo, aunque ya lo sepa. No saldrá una palabra de mi boca ni de mi escritura. ¡No! Porque tengo mi boca sellada con mil candados.

Por eso esto, nunca lo escribí. Por eso esto, no es sobre vos ni para vos.



martes, 19 de enero de 2010

RUIDO

“Ella le pidió que la llevara al fin de mundo,

él puso a su nombre todas las olas del mar.

Se miraron un segundo

como dos desconocidos.

 

Todas las ciudades eran pocas a sus ojos,

ella quiso barcos y él no supo qué pescar.

Y al final números rojos

en la cueva del olvido,

y hubo tanto ruido

que al final llegó el final. “

 

Ellos se amaban. Se mimaban. Se reflejaban uno en el otro. Eran dos en uno.

Bastaba una palabra de ella insinuando que le gustaba algo que había visto, para que él saliera presuroso para darle ese placer por mínimo que fuera.

Caminaban por el mundo como si volaran, sintiendo nada más que el aleteo de sus pensamientos y de su amor.

Un día él se quedó sin trabajo, y se encerró en su dolor para no lastimarla. Siguió aleteando como si nada pasara. Esperaba en casa con la comida preparada, o la iba a buscar al trabajo para invitarla a comer a un lugar especial, o le compraba flores o le hacía regalos.

Ella esperaba otra cosa. Ella esperaba desesperación y encontró calma.

Él sabía que pronto todo volvería a la normalidad por eso se mostraba tranquilo. Había aprendido que a la vida hay que darle tiempo y que no servía de nada hacer sufrir al otro. Además, el dinero no faltaba. La indemnización había sido muy buena, sólo había que saber manejarla. Pero ella quería más. Siempre había sido una nena mimada, una nena a la que nunca le había faltado nada. Siempre una nena con cuerpo de mujer. Inmadura.

“Mucho, mucho ruido,

ruido de ventanas,

nidos de manzanas

que se acaban por pudrir.

Mucho, mucho ruido,

tanto, tanto ruido,

tanto ruido y al final

por fin el fin.

Tanto ruido y al final...

 

Hubo un accidente, se perdieron las postales,

quiso Carnavales y encontró fatalidad.

Porque todos los finales

son el mismo repetido

y con tanto ruido

no escucharon el final.

 

Descubrieron que los besos no sabían a nada,

hubo una epidemia de tristeza en la ciudad.

Se borraron las pisadas,

se apagaron los latidos,

y con tanto ruido

no se oyó el ruido del mar.”

 

El maravilloso y casi silencioso vuelo en que habían vivido, empezó a sentirse como un aleteo feroz de águila encrespada y hambrienta.

Ella necesitó viajar por trabajo.

Y hubo un antes y un después de ese viaje.

Luego vinieron taconeos militares y desdenes.

 

Él consiguió trabajo. Todo pareció volver a la normalidad, pero no. Esa vida de antes nunca volvió.

Ella se volvió esquiva, distante. Lo rechazaba y él se preguntaba el porqué. El silencio en el que vivían era un ruido endiablado.

 

“Mucho, mucho ruido,

ruido de tijeras,

ruido de escaleras

que se acaban por bajar.

Mucho, mucho ruido,

tanto, tanto ruido.

Tanto ruido y al final...

Tanto ruido y al final...

Tanto ruido y al final

la soledad.

 

Ruido de tenazas,

ruido de estaciones,

ruido de amenazas,

ruido de escorpiones.

Tanto, tanto ruido.

 

Ruido de abogados,

ruido compartido,

ruido envenenado,

demasiado ruido.

 

Ruido platos rotos,

ruido años perdidos,

ruido viejas fotos,

ruido empedernido.

 

Ruido de cristales,

ruido de gemidos,

ruidos animales,

contagioso ruido.

 

Ruido mentiroso,

ruido entrometido,

ruido escandaloso,

silencioso ruido.

 

Ruido acomplejado,

ruido introvertido,

ruido del pasado,

descastado ruido.

 

Ruido de conjuros,

ruido malnacido,

ruido tan oscuro

puro y duro ruido.

 

Ruido qué me has hecho,

ruido yo no he sido,

ruido insatisfecho,

ruido a qué has venido.

 

Ruido como sables,

ruido enloquecido,

ruido intolerable,

ruido incomprendido.

 

Ruido de frenazos,

ruido sin sentido,

ruido de arañazos,

ruido, ruido, ruido.”

 

Él cansado de pensar los porqué, preguntaba y pregunta. Ella no respondía.

Un día lleno de ruidos, sin la más mínima piedad, ella le dijo que había nacido para otra cosa, para vivir de otra manera, que se había apurado en tomar la decisión de casarse, que no quería saber nada más con él.

Y el llanto de él comenzó como un aleteo suave para transformarse en el ruido ensordecedor de una catarata.

Ella estaba sorda y no escuchaba nada. Él hablaba contra un muro de rocas.

Él se fue.

Ella se quedó.

 

Hoy, él está tomando carrera para volver a volar.

Hoy, ella camina en tierra firme con un hombre que hace mucho ruido pero que no tiene idea cómo se hace para volar sin aviones.

Ruido. Ruido.