martes, 26 de enero de 2010

LADRIDO

“¿Hasta cuándo se van a estar midiendo? Y yo sin saber para que lado cruzar. Con un pie en cada flanco. Todos expectantes, todos nerviosos. ¿No se dan cuenta que es una simple raya, que el resto es igual, que ellos son iguales? Claro, se tienen desconfianza. Ese es el problema. ¿Por qué no hablan y se ponen de acuerdo? Sería lo lógico. Hablan la misma lengua, pero el quid está en que no hablan el mismo idioma. Uno trata de vencer la confianza en el otro y viceversa y luego dar la estocada. ¡Ilusos! Tuvieron los mismos maestros y saben que vencer la confianza del otro es victoria asegurada. Entonces, el tema es ver quién resiste más. Humm, creo que los dos van a resistir por igual. Pero, ¿sus hombres estarán entrenados en esta estrategia? Tengo dudas. Los de la izquierda parecen estar muy cansados, aunque los de la derecha también. Deberé tomar yo mismo la decisión. Comenzaré a ladrar hasta agotarlos, hasta que pidan por favor que me calle, hasta que pierdan la concentración y se decidan a hablar porque van a tener un enemigo un común: yo y mis pobres ladridos de perro de pueblo. Es en ese momento que se van a dar cuenta que es mejor unirse que pelearse y quizás la frontera ficticia que los divide, se transforme en el camino que los lleve a la paz. ¡Sí! estoy decidido. Este perro de pueblo, sabe más que cualquiera de estos dos burros ilustrados. ¡Guauuuuuuuuuuuuuuu!”

domingo, 24 de enero de 2010

OLOR DE PORQUERÍA

-¡Susana! ¡¡Volviste!!

-¡Ja! Yo sabía que me ibas a decir esto, Felipe.

-¡Volviste loquita! Vos que dijiste que nunca más ibas a volver…

-¡Ay Felipe! Seguís mamado desde la mañana…

-¿De qué hablás Susi? Hace años que no tomo más que agua y Coca. Claro, vos no lo sabés. Se lo prometí a la virgen. Esto pasó después que te fuiste, cuando nació el Tomás. ¡Hace ya más de veinte años!

-Tontito, a mi no me engañás. Mucha promesa a la virgen, pero te conozco, flaquito, te conozco…

- Estás igual, Susi, algunas patas de gallo, pero igual… ¡Qué linda sorpresa, Susi!

-Y si.. patas de gallo. Eso de que veinte años no es nada sólo lo dice Gardel. ¿La foto del abuelo arriba de la cómoda, sigue ahí?

-¡Obvio!

-Y el diván cama donde duerme Josecito ¿Sigue en la cocina?

-¡Claro! ¿Dónde va a dormir el Josecito, si no?

-Y mamá sigue haciendo los domingos, los tallarines con tuco?

-¡Ja! ¡Mirá si la vieja va a dejar de hacerlos….! ¡No seas  ilusa! Ya le salen medio pegajosos, pero ella insiste …

-Y vos ¿Seguís trabajando en la vidriería de Carlitos?

-¡Por supuesto!, como siempre.. Hay poco trabajo, pero yo sigo firme ahí.

-¿Ves que no me fui? Sé todo Felipe. Sigue todo igual.

-Mirá vos… Nunca te fuiste y resulta que sabés todo. No cambiás más Susi, siempre haciéndote la sabelotodo. Pero a qué no sabías que se murió Don Francisco. Y que el Tomás está en cana por chorro. ¿Y sabías que la Beatriz me dejó por el Luis, ese que se puso el quiosco cuando vos te fuiste?, ¿sabías que la prima Alicia se casó con un viejo ricachón y nunca más supimos de ella? ¿sabías que…? Para qué te voy a decir más cosas… Ahora volvés y te hacés la que conocés de todo. ¡ Por favor! Siempre tuviste pajaritos en la cabeza, Susi. Mejor dame un abrazo y empecemos de nuevo.

-¿Estás loco? Si yo nunca me fui. El abrazo te lo doy igual, pero irme, nunca me fui. Sino, decime cómo seguís acá, contándome novedades que no lo son: Don Francisco debería  tener como 100 años, Tomás con una madre más puta que las gallinas y un padre alcohólico ¿cómo no iba a ir a parar en la cana?, que Beatriz te iba a dejar por Luis, lo sabíamos todos, menos vos. Que Alicia se iba a casar con un viejo ricachón no era noticia para nadie, porque más regalada no podía ser. Sólo apuntaba a eso. Si hasta en la casa sigue todo igual, si hasta… ¡para qué voy a seguir hablando…! No. Felipe. Nunca me fui. Dame el abrazo Felipe querido porque ahora, en serio, no volverás a verme. Pensé que quizás algo había cambiado, tenía la esperanza, qué se yo, esas ideas locas que se me ocurren, pero no. El olor de porquería está igual, lo llevo impregnado y eso nunca, ¡nunca!, te lo puedo asegurar, por más agua de colonia que te pongas, jamás se te va. Siempre estaré, te lo juro.

Te quiero, Felipe.. No sabés cuánto.. Y siempre estoy, aunque no me veas. Hacé de cuenta que no estuve, total, quién te va a creer…

Chau Felipe querido. Chau.

jueves, 21 de enero de 2010

NO PUEDO, NO QUIERO, NO DEBO.

No puedo escribir sobre vos. 
En realidad es una mezcla entre no puedo, no quiero y no debo. Vos no te merecés ni un segundo de mi tiempo, de mis palabras, de mi amor, ni de mi odio, ni de mi rencor, ni de nada de nada.

Mentiste tanto, tan descaradamente que nos engañaste a todos con tu sonrisa angelical. 
Pero tu mirada… Esa mirada que no coincidía con tus labios carnosos, abiertos como flor en plenitud. Todos, yo, elegimos tu boca, tu pelo rubio, tu estilo- no digamos candoroso- pero sí edulcoradamente tierno. 

No te importó lastimar, lacerar. Nos hundiste a los que te rodeábamos en una ciénaga y no tuviste piedad. Ni tus padres se salvaron de la caída. Sos una nube negra que anochece el sol, la luz, la mismísima noche.

Vos sabés lo que sos: un ser frío y maquiavélico. Que manipula para el mal. Lo que ni te imaginás es el final de tu historia, porque sos tan soberbia que pensás que siempre vas a poder manejar todo en tu vida. Pero te olvidás de algo fundamental. Te olvidás de vivir. 

Siento pena de vos, un sentimiento que nunca te imaginaste que alguien podría sentir sobre tu persona. ¡Ja! Ilusa. Las máscaras se van cayendo solitas, sin que te des cuenta. Tu fatuidad no te deja ver cómo los demás te vamos descubriendo en el dolor. Seguramente caerán otros y el circuito será el mismo. 

¿Y tu destino? No lo voy a decretar yo, aunque ya lo sepa. No saldrá una palabra de mi boca ni de mi escritura. ¡No! Porque tengo mi boca sellada con mil candados.

Por eso esto, nunca lo escribí. Por eso esto, no es sobre vos ni para vos.



martes, 19 de enero de 2010

RUIDO

“Ella le pidió que la llevara al fin de mundo,

él puso a su nombre todas las olas del mar.

Se miraron un segundo

como dos desconocidos.

 

Todas las ciudades eran pocas a sus ojos,

ella quiso barcos y él no supo qué pescar.

Y al final números rojos

en la cueva del olvido,

y hubo tanto ruido

que al final llegó el final. “

 

Ellos se amaban. Se mimaban. Se reflejaban uno en el otro. Eran dos en uno.

Bastaba una palabra de ella insinuando que le gustaba algo que había visto, para que él saliera presuroso para darle ese placer por mínimo que fuera.

Caminaban por el mundo como si volaran, sintiendo nada más que el aleteo de sus pensamientos y de su amor.

Un día él se quedó sin trabajo, y se encerró en su dolor para no lastimarla. Siguió aleteando como si nada pasara. Esperaba en casa con la comida preparada, o la iba a buscar al trabajo para invitarla a comer a un lugar especial, o le compraba flores o le hacía regalos.

Ella esperaba otra cosa. Ella esperaba desesperación y encontró calma.

Él sabía que pronto todo volvería a la normalidad por eso se mostraba tranquilo. Había aprendido que a la vida hay que darle tiempo y que no servía de nada hacer sufrir al otro. Además, el dinero no faltaba. La indemnización había sido muy buena, sólo había que saber manejarla. Pero ella quería más. Siempre había sido una nena mimada, una nena a la que nunca le había faltado nada. Siempre una nena con cuerpo de mujer. Inmadura.

“Mucho, mucho ruido,

ruido de ventanas,

nidos de manzanas

que se acaban por pudrir.

Mucho, mucho ruido,

tanto, tanto ruido,

tanto ruido y al final

por fin el fin.

Tanto ruido y al final...

 

Hubo un accidente, se perdieron las postales,

quiso Carnavales y encontró fatalidad.

Porque todos los finales

son el mismo repetido

y con tanto ruido

no escucharon el final.

 

Descubrieron que los besos no sabían a nada,

hubo una epidemia de tristeza en la ciudad.

Se borraron las pisadas,

se apagaron los latidos,

y con tanto ruido

no se oyó el ruido del mar.”

 

El maravilloso y casi silencioso vuelo en que habían vivido, empezó a sentirse como un aleteo feroz de águila encrespada y hambrienta.

Ella necesitó viajar por trabajo.

Y hubo un antes y un después de ese viaje.

Luego vinieron taconeos militares y desdenes.

 

Él consiguió trabajo. Todo pareció volver a la normalidad, pero no. Esa vida de antes nunca volvió.

Ella se volvió esquiva, distante. Lo rechazaba y él se preguntaba el porqué. El silencio en el que vivían era un ruido endiablado.

 

“Mucho, mucho ruido,

ruido de tijeras,

ruido de escaleras

que se acaban por bajar.

Mucho, mucho ruido,

tanto, tanto ruido.

Tanto ruido y al final...

Tanto ruido y al final...

Tanto ruido y al final

la soledad.

 

Ruido de tenazas,

ruido de estaciones,

ruido de amenazas,

ruido de escorpiones.

Tanto, tanto ruido.

 

Ruido de abogados,

ruido compartido,

ruido envenenado,

demasiado ruido.

 

Ruido platos rotos,

ruido años perdidos,

ruido viejas fotos,

ruido empedernido.

 

Ruido de cristales,

ruido de gemidos,

ruidos animales,

contagioso ruido.

 

Ruido mentiroso,

ruido entrometido,

ruido escandaloso,

silencioso ruido.

 

Ruido acomplejado,

ruido introvertido,

ruido del pasado,

descastado ruido.

 

Ruido de conjuros,

ruido malnacido,

ruido tan oscuro

puro y duro ruido.

 

Ruido qué me has hecho,

ruido yo no he sido,

ruido insatisfecho,

ruido a qué has venido.

 

Ruido como sables,

ruido enloquecido,

ruido intolerable,

ruido incomprendido.

 

Ruido de frenazos,

ruido sin sentido,

ruido de arañazos,

ruido, ruido, ruido.”

 

Él cansado de pensar los porqué, preguntaba y pregunta. Ella no respondía.

Un día lleno de ruidos, sin la más mínima piedad, ella le dijo que había nacido para otra cosa, para vivir de otra manera, que se había apurado en tomar la decisión de casarse, que no quería saber nada más con él.

Y el llanto de él comenzó como un aleteo suave para transformarse en el ruido ensordecedor de una catarata.

Ella estaba sorda y no escuchaba nada. Él hablaba contra un muro de rocas.

Él se fue.

Ella se quedó.

 

Hoy, él está tomando carrera para volver a volar.

Hoy, ella camina en tierra firme con un hombre que hace mucho ruido pero que no tiene idea cómo se hace para volar sin aviones.

Ruido. Ruido.