jueves, 13 de agosto de 2009

PEQUEÑO PROBLEMA FAMILIAR

Leonardo no era un hombre que dejara las cosas al azar. Todo estaba ordenado y prolijo en su vida como lo estaban los muebles en su loft de Palermo. Vivía solo, sin nadie que perturbara su orden y su progreso. Estos eran sus objetivos excluyentes.

A las 8 de la mañana, como siempre, desayunaba un café con un chorrito de leche deslactosada, dos claras revueltas sofritas en aerosol vegetal, y una tostada untada con queso liviano.

A las 8.30 ya estaba duchado y vestido.

Ese día, como era su costumbre, con las llaves del auto en la mano derecha y el maletín en la izquierda, dejó su departamento.

A las 9 ya estaba en su escritorio. Era un día más, aunque tuviera que despedir a quince empleados. No le iba a temblar el pulso. Primero era él y su empresa y luego era él… y su empresa.

9.15. Sonó su celular personal. No esperaba ninguna llamada en particular. Raro. Era Bea, su hermana... No lo llamaba nunca. Atendió.

-Acaba de morirse el viejo. Un infarto. Tenés que venir urgente- le dijo entre sollozos.

-¿Me estás jodiendo?

-Leo, ¡Por favor, el viejo, se nos fue! ¿No lo entendés? Por favor, reaccioná y vení. Mamá está desesperada. Vos sos el único que podés ayudar en esta situación. ¡Leo!

9.30. Le dijo a su secretaria que volvía enseguida y partió para la casa paterna. Sería rápido. Sólo dejar la plata para el velorio y demás cosas. Lo importante era su empresa. Debía ser frío. No se podía dar el lujo de involucrarse demasiado. Sus objetivos era otros. Y él no tenía la culpa que una vez más su padre  tratara de interrumpir sus planes. No era justo. Pero ya estaba acostumbrado.

Cuando llegó a la vieja casa de su infancia, los vecinos estaban en la puerta y la ambulancia esperaba con el chofer bostezando. Entre pésames y besuqueos de las chusmas de siempre que a él le repugnaban pero que le era imposible evitar, entró a la que alguna vez fue su casa. El llanto de su madre interrumpió sus cavilaciones.

-Vieja, calmate. Ya sabías que esto podía pasar. El viejo no se cuidaba. Tanto monóxido de carbono que aspiraba en el taller mecánico, lo que fumaba y nunca un ejercicio, una caminata para cuidar su cuore. Era de esperar.

-Leonardito ¿Cómo podés hablar así de tu padre?- dijo su madre sollozando. Trabajó toda su vida como un esclavo para darle a vos y a tu hermana todo lo que podíamos, ¡…ejercicios… ejercicios…! ¿Más ejercicios que laburar como laburó?¡Por favor! Nunca tuvo tiempo para eso. Lo único que quiso es que ustedes no tuvieran su misma vida. Pero te entiendo, todavía no caíste... pobrecito mi bebé.

-Vieja, mejor dejemos de hablar y decime qué querés hacer, porque tengo que volver a la oficina.

-¿No lo vas a ir a ver? Está en la cama, como dormidito. Vení -dijo la madre llorando y enjugándose los ojos y la nariz.

Leonardo miró su reloj, mientras el celular sonaba en vibrador. Ya eran las 10.30 y todavía lo estaba esperando la junta de directorio. Atendió. Le dijo a su secretaria que avisara a la junta que le tuvieran paciencia, que un pequeño problema familiar lo tenía retenido. Que en una hora, a más tardar, estaría por ahí.

-Mirá mamá, estoy apurado. Tengo una junta laboral y no puedo perder tiempo. Te dejo un cheque en blanco, que Bea lo llene por el valor que sea necesario. Elijan ustedes todo. El dinero no es problema. Me tengo que ir.

 -¿Qué estás diciendo, Leonardo? ¡Basta!¡Estoy harta!  Ya es hora que me escuches y que yo te diga todo lo que tengo atragantado desde hace años...

 -Mamá estoy apurado, por favor sin dramas… te dejo el dinero, ¿no te alcanza con un cheque en blanco?, llénenlo con la suma que quieran, no hay problemas, yo banco todo...

Una sonora bofetada estalló a las 10.35 en la cara de Leonardo. La mano de su madre como todo su cuerpo, temblaba. Pero no le tembló el pulso para llevarlo arrastrado hasta el cuarto donde yacía inerte su padre.

-Leonardo, mirá a tu padre y escuchame. Siempre te perdonamos todo porque siempre supimos que fue culpa nuestra. Por mimarte demasiado, por ser el varón de la familia, por todas las tonteras que se te puedan ocurrir que se nos ocurrieran a nosotros, a tu padre y a mi. Pero ya es hora de acabar con tu soberbia de malcriado. Por si nunca te diste cuenta, tu padre se rompió el alma por vos, te dio todo, te permitió crecer en tu trabajo sin nunca pedirte nada, aunque más de una vez nos faltara para comer. Pero el nene era el nene. El nene no sería mecánico, el nene sería un profesional. ¡Y te graduaste! Y cuando ya fuiste doctor, fue tu padre el que te dio el dinero para comenzar con tu pequeña oficina. Fue tu padre el que nunca escuchó un gracias. Para vos, era simplemente su deber. ¿Agradecer? ¡Ridículo para tu cabeza!… Es verdad que después  hiciste crecer la empresa, pero mientras más crecías, más te avergonzabas de nosotros y de nuestro mundito pobre. Nos hiciste a un lado. Nos separaste de tu vida.

-Mamá, no es el momento, por favor, por favor, no grites ni llores más. ¡Por favor!

-¡Por favor digo yo! ¿Qué no grite ni llore más? Me vas a escuchar aunque grite y llore. Hoy tiene que nacer un nuevo Leonardo o nacer una nueva Teresa.

-Vieja, ¿Qué boludeces está diciendo? Estás mal y te las estás agarrando conmigo… Te entiendo, lo del viejo debe ser jodido, pero yo no tengo nada que ver… Decís pavadas…

-Ninguna pavada y oíme. ¡Estás loco!: es más importante atender el celular y poder decir y ... ¡sin ponerte colorado!... “que tenés un pequeño problema familiar”… ¡cuando es tu padre el que se ha muerto! ¿Pequeño problema familiar? ¡No tenés vergüenza! Claro, vos solucionás todo dejando un cheque, pero quiero aclararte, que ese padre que ni siquiera querés mirar, ya había dejado todo pago, para no ser una carga para sus hijos. O sea, que el cheque te lo podés meter… ya sabés dónde. Yo te necesito acá. Tu padre, precisa un último homenaje. Elegí. O te quedás con nosotros y hago de cuenta que naciste hoy, o te moriste el mismo día que tu padre. ¡Elegí!

-Vieja… vieja… estás sensible por la muerte del viejo. Yo me tengo que ir. Avísenme los detalles. Dame un beso y chau. No dramatices más.

A las 10.45, un cachetazo crispado, loco, desesperado, volvió a estrellarse en la cara de Leonardo y un grito agónico, salido de las entrañas, perforó sus oídos.

-¡No te quiero ver nunca más! Hoy murió una persona de mi familia y hoy nació una persona nueva, sin marido y con una sola hija. Vos ya no estás más en mi vida. Tu padre, pobrecito, murió de dolor. ¡Sí! Murió de pena preguntándose en qué nos habíamos equivocado y vos...,vos... ¡ya desapareciste! Yo, Teresa López viuda de Torres, soy madre de una sola hija, Bea. Ni se te ocurra aparecer nunca más. Seré una loca hija de puta para vos, pero no me importa. Chau Leonardo. Chau.   

9 comentarios:

  1. muy fuerte grace, y conmovedor también

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  2. Gracias Alfred. Me fue duro hasta para escribirlo. Te lo aseguro.

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  3. Excelente Negra !!!

    Me parecia estar viviendo una historia muy conocida...

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  4. Gracias Patito. Y si... eso es lo que intenté escribir:una historia tristemente familiar.

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  5. hola Graciela: muy bueno el relato, vivencias generalizadas y sí, morimos y revivimos muchas veces en una sola existencia. No sñe dñon de hay más dolor si en la madre o en el hijo, finalmente producto de una determiana crianza las relaciones familiares siempre son complejas, a veces los fuertes son los más débiles y viceversa. Cuentas bien el drama y que cada quien piense cómo terminó todo, aunque los conflictos de familia nunca acaban. Saludos y sigue dándole fuerte a la palabra.

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  6. Gracias Juan por el comentario. Te aseguro que fue muy difícil escribirlo. Son historias que vivido, no en lo personal, pero si en lo laboral ( es largo de explicar) pero que siempre me han golpeado. Gracia por leer.

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  7. Pese a lo doloroso, brindo por Teresa que, ante tanta muerte, vio la posibilidad de volver a nacer. ¡Salud!

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  8. Este es un buen ejemplo de que el bife debe ser dado a tiempo.La pobre Teresa lo dió demasiado tarde!

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  9. Gostei do conto! Forte e dramático.Parabéns!
    Roger

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